lunes, 9 de julio de 2007

¿Es dañina la influencia del reggaeton?

Como ocurre cada vez que llega una moda musical, siempre surgen al menos tres corrientes de opinión: los llamados adeptos fáciles que se dejan arrastrar por cualquier moda, únicamente porque está de moda y la incorporan a su diario vivir sin mayores miramientos, tal vez por su escasa identidad cultural o por cualquier otra razón; los opositores que constituyen un grupo entre los que es posible distinguir los resistentes habituales a cualquier cambio, los ya aferrados implacablemente a otros géneros musicales y los analíticos que pocas veces van donde va toda la gente; finalmente, los indiferentes que por diversos motivos apenas se dan cuenta de lo que ocurre en el medio que los rodea.

Los adeptos sostienen que el reggaeton es completamente inofensivo para los niños y jóvenes, ya que se trata de música moderna como cualquier otra. Su forma de bailar es natural, instintiva y hasta libertina como la sociedad de nuestros días y no dice nada que pueda extrañar en un ambiente en el que todo ya está dicho en materia de corrupción, inseguridad, sexo, violencia y droga.

Las dos o tres tallas de ropa más grandes que usan sus cultores representan el deseo de ser diferente, tal vez rebeldía y no tienen el propósito de cubrir tatuajes ni pinchones de jeringas con cocaína. Es rítmico y pegajoso porque nace de la calidez y espíritu festivo de Panamá y el Caribe, y así como hay rock satánico, también existe reggaeton grosero.No todas las letras son fuertes e irreverentes y prueba de ello es que hasta música cristiana existe con el nuevo ritmo.

Los opositores en cambio sostienen que el reggaeton puede ser cualquier cosa menos música, porque carece de armonías, en otras palabras es muy pobre musicalmente hablando. Predomina el ritmo fuerte como si el objetivo fuera aturdir a los oyentes y su cacareado ritmo contagioso se reduce a cero cuando se escucha a bajo volumen.Tampoco se canta porque los intérpretes únicamente vociferan con un sonsonete repetitivo, con rima forzada muy por debajo de cualquier afinación aceptable, en consecuencia no se necesitan cualidades artísticas propiamente dichas para su ejecución.

Los hechos apuntados lo convierten en un conjunto de ruidos primitivos que no tiene cabida en una sociedad, que pretende desarrollarse de estados instintivos y primarios a otros más elaborados e inteligentes. Como es de esperar en una “música” con las características citadas, las letras con frecuencia tienen contenidos ligados al sexo, violencia, droga y condiciones predelincuenciales. Pero lo que es peor, proyecta un mensaje machista y de abuso que rebaja y subyuga a la mujer. Los niños y los jóvenes, sobre todo los todavía “no maleados”, incorporan por simple imitación los modales y actitudes de los “reggaetoneros” y para colmo, los videos presentan un mundo irreal y exagerado y no pocas veces son contradictorios, porque si en realidad fuera arte de la calle y expresión del sentir de las barriadas, que se relacionan más con necesidades básicas no satisfechas y estrecheces económicas, no tienen por qué mostrar una faz de excesiva ostentación.

Es indudable que ambas posiciones resumidas anteriormente tienen puntos consistentes dignos de tomarse en cuenta, algunos de mayor peso son por un lado, que el nuevo ritmo es parte de la realidad actual y concordante con la actitud materialista, frívola e irrespetuosa muy común hoy en día. Por el otro, desde la óptica tradicionalista, no se puede negar que el reggaeton choca contra todos los formalismos. Pero quizá lo importante no es responder si es bueno o es malo, sino más bien reforzar la tenue coraza que protege a los niños salvadoreños, que por el momento sigue siendo la educación integral en la que tienen un rol crítico los padres de familia y los maestros de las escuelas.

Esa educación debe ser tal que les enseñe a distinguir lo que les conviene y lo que deben rechazar con una incorporación constante de valores, ya que éstos prevalecerán, más no las modas que así como vienen también se van. En suma, los dividendos siempre serán mayores cuando los jóvenes sean orientados por dónde caminar, más que prohibiéndoles interactuar con el medio ambiente que les rodea.

Rodolfo Chang Peña
*Dr. en Medicina y colaborador de El Diario de Hoy.

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